Este 2 de octubre, uno de los protagonistas del movimiento del ’68, y luego enemigo de la huelga de la UNAM de 1999, fue hallado sin vida en su casa de Guadalajara.
González de Alba fue uno de los mejores cronistas del movimiento del ’68: su novela Los días y los años –escrita en Lecumberri donde estuvo preso por dos años y basada en su experiencia como referente del movimiento estudiantil– es uno de los mejores relatos de una época en la que la juventud intentó tomar el cielo por asalto en distintas latitudes.
Fue el vocero de la Facultad de Filosofía y Letras en el Consejo Nacional de Huelga de 1968. Y pasados los años, adoptó una posición condenatoria frente a la huelga de la UNAM de 1999, una mancha que nada podrá borrar. En el artículo “1968-1999: la UNAM ante dos presidentes” publicado en la revista Nexos declaró que los estudiantes que luchaban contra las cuotas –es decir, en defensa de la educación pública y gratuita– pedían “ventajas o privilegios”. Y desde sus artículos se encargó de desacreditar al activismo estudiantil, fue un engranaje del aparato ideológico del Estado que intentó aislar una huelga emblemática para todo el movimiento estudiantil de América Latina.
En el mismo tenor, también hizo eco de las acusaciones vertidas por la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) contra normalistas de Ayotzinapa de haber provocado un incendio en una gasolinera de Iguala, Guerrero, el 12 de diciembre de 2011, aun cuando los estudiantes se deslindaron de la acción.
González de Alba, de ser un dirigente estudiantil de 1968, se convirtió en un periodista e intelectual conservador y de derecha recalcitrante. En el caso de los 43 de Ayotzinapa sugirió que debían ser señalados como los responsables de su desaparición. Junto a Ricardo Alemán se convirtieron en los voceros de impugnación de cada mensaje del GIEI. González de Alba, con los años, traicionó la causa de 1968.
Fue un hombre polémico, contradictorio, y destaca otra arista de su personalidad intelectual: fue un referente de la comunidad sexodiversa. En 1975, junto a Carlos Monsiváis y la directora de teatro Nancy Contreras, publicó en la revista ¡Siempre!, el primer manifiesto en defensa de las personas homosexuales.
En su juventud estudió psicología. También fue divulgador de la ciencia –en particular de la física–, y como escritor incursionó en distintos géneros: cuento, poesía ensayos como Las mentiras de mis maestros, y Niño o niña. Destacan entre sus novelas Agápi mu (Amor mío) y Cielo de invierno.
Fue columnista del periódico Milenio, de las revistas ¡Siempre!, Nexos, Letras Libres.
Sus amigos –entre ellos Héctor Aguilar Camín y Ángeles Mastretta– señalan el suicidio como causa de su muerte